La crisis hace mella en el crédito estudiantil
Todo apunta a que los estudiantes universitarios también se van a ver perjudicados por la presente coyuntura económica. Y es que, este año, la crisis crediticia mundial ya se hace notar en los extendidos créditos para financiar estudios superiores. En España, como en el resto del mundo, los bancos han endurecido sus condiciones, al punto de que muchas familias van a tener francamente difícil pagar la universidad de sus hijos durante el curso entrante. La situación es especialmente dramática cuando se trata de financiar los altos costes de matrícula propios de una universidad privada. Algunas universidades, ante la amenaza de sufrir una ‘espantada’ en toda regla, trabajan para reforzar sus programas de financiación para el alumnado con créditos accesibles y con mecanismos que garanticen la continuidad de los estudios.
El auge de las universidades privadas españolas a lo largo de las dos últimas décadas no se entendería sin el extraordinario ciclo de expansión económica que, precisamente, ahora termina y, muy particularmente, sin la generalización de los créditos para financiar estudios universitarios y de postgrado. Con el tipo de interés por debajo del 3% y con los bancos ávidos de colocar su gran volumen de liquidez, no es extraño que algunas instituciones, en un pasado no muy lejano, tuvieran entre sus prioridades captar estudiantes universitarios y postuniversitarios incorporados recientemente al mercado laboral. Se trata de una población necesitada de apoyo crediticio para fines muy diversos, entre ellos, el de cubrir todos los desembolsos que requiere la realización de una carrera universitaria o un programa de postgrado.
Matrícula, material didáctico, libros, manutención, alojamiento y tantos otros gastos hacen muchas veces imprescindible recurrir a una entidad bancaria. Dada la fuerte demanda y las particulares circunstancias de este colectivo, numerosas entidades de crédito españolas han venido desarrollando en todo este tiempo productos específicos con unas características propias.
Por una parte, su duración es mucho mayor que, por ejemplo, un crédito al consumo. Además, incluye período de carencia en intereses y principal, con la idea de que el estudiante no tenga que pagar nada mientras duren sus estudios. Su tipo de interés también es más rebajado, por lo general entre un 0,25 y 1% sobre el Euribor.
En cuanto a la cantidad máxima a prestar o ‘principal’, acorde con los precios de la matrícula y gastos de alojamiento y manutención, ésta fluctúa entre los 10.000 y 40.000 euros anuales. Normalmente la realización de estudios de postgrado conlleva un mayor desembolso anual, aunque éste, lógicamente, será sólo de uno o dos años. Luego, a efectos de devolución, se establece un plazo mucho más largo que el de un préstamo o crédito convencional, por encima de los 5 años y a veces hasta 10 años. También tratan algunas entidades de reducir gastos asociados a la gestión del crédito, especialmente las comisiones de apertura, amortización y cancelación. Algunas entidades han optado por eliminarlas.
Prácticamente todos los grandes bancos y cajas de ahorro españoles ofrecen productos financieros diseñados ex profeso para cubrir estudios universitarios y de postgrado. Entre ellos, tenemos ejemplos muy demandados entre el colectivo de estudiantes como el Préstamo Máster o el Crédito Estudios Muévete de Bancaja, el competitivo Préstamo Máster Blue Joven, el Supercrédito Postgrado del Banco de Santander, el Crédito Mañana de Caja Duero, el Crédito Estudios de Banco Sabadell-Atlántico, el CrediEstudios Posgrado de La Caixa o el Préstamo Máster 30 de Caixa Galicia.
Pero el Euribor ha entrado en una vertiginosa escalada inimaginable hace dos años y, lo que es peor, el sector financiero internacional se ha contagiado de la crisis de hipotécas ‘subprime’ o ‘basura’ iniciada en EEUU aunque muy pronto convertida en fenómeno global con consecuencias particularmente nefastas sobre los productos crediticios que ofrece el sector bancario. La falta de liquidez y la creciente cartera de impagados son los dos pilares de la actual crisis crediticia y razón de que los bancos se hayan vuelto sumamente cautos a la hora prestar su dinero. Y, por supuesto, los estudiantes universitarios también han entrado en esta particular lista negra debido a su limitada capacidad de pago. Ya sea para realizar estudios de grado, de postgrado o MBA en una universidad o escuela de negocios, en las condiciones actuales de mercado es francamente difícil conseguir un crédito sin aportar avales y pruebas inequívocas de solvencia.
Estados Unidos ha sido el país que primero y el que con más virulencia sufre esta contracción del crédito. Según desvela la Asociación Nacional de Administradores de Ayuda Financiera a Estudiantes (NASFAA en sus siglas anglosajonas) por lo menos 50 prestamistas particulares y corporativos ya habían anunciado a finales de junio la suspensión de sus programas de préstamos y créditos para financiar estudios superiores. El problema para ellas es que acudir al mercado interbancarios para seguir prestando dinero implica uno costes que superan con mucho el beneficio que obtienen del prestatario. Así las cosas, tenemos ejemplos como el de la Universidad de Chicago, la cual tuvo que comunicar a sus alumnos recientemente que su socio en este campo no iba a poder renovar la línea de crédito comprometida y todo debido a las dificultades del mercado crediticio. Ahora mismo el centro no puede ofrecer ningún tipo de financiación a sus estudiantes, según publicó hace unas semanas Financial Times.
El aumento del paro en EE.UU. hace que muchas entidades se planteen si es conveniente seguir prestando dinero a estudiantes y recién licenciados que deberán enfrentarse a un mercado laboral en retroceso. Y, por supuesto, los estudiantes extranjeros son los que más crudo lo tienen en este nuevo escenario, especialmente cuando se dirigen a las instituciones estadounidenses para solicitar financiación. Y es que en estos casos no suelen regirse por referencias crediticias (no son iguales en todos los países) y además después es más complicado seguir sus pasos cuando regresan a sus países de origen. Todo esto se refleja en un tipo de interés cercano al 7% para los estudiantes extranjeros frente al cerca de 4,5% que pagan los estadounidenses para un crédito tipo de 150.000 dólares que cubra todo el programa.
Se calcula que un 85% de los estudiantes de escuelas de negocios necesitan algún tipo de financiación. En términos generales, quienes acuden a las escuelas o universidades de mayor prestigio no parece que estén encontrando grandes dificultades. La perspectiva de un salario superior a los 100.000 dólares tras graduarse –en el caso de los MBA de mayor reconocimiento- es suficiente garantía para las entidades financieras. Claro que esto no ocurre en centros de menor reputación.
La verdad es que el asunto de la financiación de los estudios universitarios ha generado en los últimos años una encendida controversia en EEUU. La cuestión de fondo no es otra que el elitista sistema universitario del país cuyas instituciones de bandera son sólo accesibles bien a mentes especialmente dotadas o a los hijos –estudiosos, eso sí- de los millonarios. El caso es que las tasas anuales en las instituciones más caras superan de largo los 30.000 dólares con lo cual las deudas cuando un graduado se incorpora al mercado laboral pueden superar holgadamente los 100.000 dólares. Así nos encontramos a profesionales que, como en el caso del candidato demócrata Barack Obama, arrastran una deuda que sólo acaba de pagar ya superados los 50 años.
Son precios prohibitivos no sólo para las clases más humildes. El factor económico supone también a las familias de clase media una barrera infranqueable ya que estos hasta ahora han tenido que hacer frente a las mismas tasas que la clase más pudiente. La diferencia es que mientras los hijos de millonarios se pasan las horas en el club social o en actividades culturales o deportivas organizadas por la institución, los de clase media han de dedicar su tiempo libre a trabajar con el propósito de costear sus estudios.
La cosa es más sangrante, si cabe, conocido el extraordinario volumen de emolumentos que reciben las escuelas más relevantes por parte de los ex alumnos más generosos, donativos a veces millonarios. Universidades como la de Harvard, Princeton o Stanford acumulan a cuenta de este furor altruista un patrimonio que se estima en varios millardos de dólares. Sin embargo, esta arraigada tradición norteamericana ni mucho menos se refleja en los programas ayudas a los estudiantes, estos ni por asomo a la altura de sus denodados benefactores.
Ha sido tal el clamor social ante situación tan injusta lo que ha movido a las instituciones más relevantes a tomar cartas en el asunto. Así, media docena de instituciones de renombre en el país norteamericano -Duke, Swarthmore, Pomona, etc.-, siguiendo el camino abierto de la Universidad de Harvard, han dado pasos definitivos este último año y medio para potenciar sus políticas sociales, con especial atención en los programas de financiación y ayudas para estudiantes con rentas limitadas.
La Universidad de Yale ha sido una de las últimas en unirse a este movimiento que, no obstante, lo ha hecho con gran despliegue. Sus ayudas serán una de las más altas y supondrán un gasto cercano a los 80 millones de dólares (aproximadamente de 54,2 millones de euros), 24 millones de dólares (16,2 millones de euros) más de lo que actualmente invierte en este apartado. El nuevo plan presentado por el centro de New Haven supondrá una reducción de la carga económica de la educación en un 50% y, al igual que en el caso de Harvard, los descuentos se llevarán a cabo de forma escalonada en función del grado de necesidad y los ingresos familiares.
En concreto, las familias con unos ingresos inferiores a 120.000 dólares anuales podrán ahorrarse hasta el 50% del precio y, además, sus contribuciones nunca podrán superar el 10% de sus beneficios totales. Mientras para las rentas entre esa cantidad y 200.000 dólares el recorte será de un mínimo del 33%. Quienes no superen los 60.000 dólares estarán exentos de realizar cualquier tipo de pago. Sólo tendrían que pagar los gastos de alojamiento que no entran en este tipo de ayudas.
Otra en abordar este año mejoras en sus programas de ayudas ha sido Dartmouth College. En el caso de esta vieja institución de New Hampshire, la exención total del pago de la matrícula beneficiará familias con renta inferior a los 75.000 dólares anuales. Sólo tendrían que abonar poco más de 10.000 dólares en concepto de alojamiento y gastos educativos. Dartmouth destina anualmente cerca de 61 millones de dólares a ayudas a alumnos, a lo que habrá que añadir un coste adicional de 10 millones como resultado de esta medida.
Si bien los principales beneficiarios de estos ‘arranques’ de generosidad son los alumnos estadounidenses, algunas universidades también están utilizando sus nuevas políticas de ayuda para atraer a las jóvenes mentes europeas más brillantes. Según apuntó recientemente el diario The Times en su edición online, las universidades pertenecientes a la llamada ‘Ivy League’ o ‘Liga de Hiedra’ (Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale) empiezan a ser vistas como una amenaza entre sus homólogas del Viejo Continente.
Los candidatos ingleses de las universidades de Oxford y Cambridge, dadas las similitudes culturales y sobre idiomáticas, son un blanco especialmente codiciado por los pesos pesados de la ‘Ivy League’ en esta particular caza de talentos. Y la cosa empieza a dar sus frutos: si hace ace cinco años apenas 197 alumnos británicos acudieron a las aulas de Harvard, el año pasado ya fueron 290. El caso de Yale es todavía más llamativo ya que, prácticamente,ha triplicado el número de matriculados procedente del Reino Unido en ese mismo periodo: de 74 se ha pasado a 234 escolares. Los estudiantes españoles más brillantes todavía se decantan en su mayoría por realizar la carrera universitaria en España. Sin embargo, de cara al futuro las universidades nacionales no deberían descuidarse en esta puja por el talento que ya no entiende de fronteras.
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